Versorrea

Quizás la ingenuidad de no saber
qué había una gama cromática
más allá del negro
me hizo pensar en el imposible
de la felicidad.
Lo absurdo del rosa
del dulce
de la armonía
de la suavidad
pasaron del absurdo a la certeza
cuando me rasgué
la venda
a la orilla del mar
temblando
acompasando el ardor de mi retina
con las heridas del corazón.
Ya el espejo me perdió el miedo
sabe que ya he dejado de ser
el monstruo que fingía ser princesa
y la princesa que fingía ser monstruo.
Conducir a contracorriente
se ha vuelto mi fuerte
ya que prefiero ser las manos
que me lideran
que copiloto
atada a quienes me doblegan
en mi propio coche.

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